una fábula con copyright


No hubo medio nacional que dejara pasar la ocasión de chupetear un poco los huesos de esa historia que marcó el fin de Los Prisioneros, o de alguno de sus fines, al menos el primero: el famoso triángulo González-Narea- y la mujer de éste. De los dos, claro. Al tema se le sacude un poco el polvo porque hay ¡otro! libro que lo trata (el 3º?), pero la gran diferencia es que el autor no es otro que uno de sus vértices, o lados, el propio Narea. Mi pregunta es ¿había alguien que, a estas alturas del partido, desconociese la historia? Lo dudo. No se ha exprimido esa historia lo suficiente? Un disco dedicado íntegramente, varios libros… ¿Qué anima entonces a este paladín de los derechos autorales a exponer su cornamenta por vez número mil? Exactamente eso, la posibilidad del copyright. Lo que Narea pretende es sacar esa historia del dominio público y lucrar con ella como ya lo hicieron otros. Al fin de cuentas, es suya, o ya no? La pregunta es: ¿es posible hacer eso? Tal vez todo el libro vale por el detalle del cepillo de dientes, que trasluce impulsos homeróticos al más puro estilo bowie-jagger y una fobia por todo lo que es el compartir:
“(En Arica, febrero 1987) De pronto Jorge me pidió prestado mi cepillo de dientes. Con toda naturalidad me explicó que el suyo se le había quedado en casa y que a esa hora no podía salir a comprar uno. Me sorprendí. Nadie me había pedido prestado el cepillo de dientes jamás. Le respondí que no y le dije que se comprara uno. Jorge se enfureció”.
¡Aún tenemos rock, compatriotas!