La cocina como lugar erótico es ya un lugar común: un espacio dominado por mujeres, en el que placer y trabajo no tienen bordes definidos, para horror del mercado, en el que conviven preparaciones y elementos vivos o recientemente muertos. El sobrio de Vermeer habría estado consciente de esto y el caballero de la pintura acá arriba, Peter Wtewael, por cierto. Baste sólo mirar las manos del joven cazador, o el feliz gesto empalador de ella para entender con quien estamos conversando (gracias Holly!).
Yo estoy trabajando en tres, o tal vez cuatro maneras de mezclar pornografía y mundo doméstico, sin decidirme por ninguna aún. Ya vienen pruebas de laboratorio.