Porn.a.licious es lo que yo llamarÃa pornosocial. Bueno, eso es lo que es.
A la manera de del.icio.us, son los usuarios los que, por sobre todo, etiquetan contenidos ya existentes. Ya. Y todos felices. Porque qué lindo es compartir, qué bien que alguien nos vea y qué bueno ver. Y porque no hay placer mayor que el ser dj, no? Y, perdón, el contenido? inalterable. Pero no ÃÂbamos todos los consumidores a ser productores y orgasmearÃamos juntos de manera variada y representativa? [Claro que sàhay personas en ese camino, como las activas (aunque ya no juntas) Girlswholikeporno] Entonces, en la famosa revolución 2.0, del porno lo que realmente cambió fue su acceso. No es poco, pero es bastante distinto.
Antiguamente (es un decir pero vale), la manera de operar del porno en internet tenÃÂa que ver con la ilusión de la posibilidad de satisfacer, literalmente, todas las demandas (con el reconocimiento de géneros cada vez más particulares y excluyentes entre sÃÂ, ver GUBA). Con el ya manoseado advenimiento 2.0 son los usuarios los protagonistas, pero este nuevo rol del usuario, que lo transforma a la vez en autor y consumidor, actor más precisamente, pasa principalmente por la nueva clasificación del mismo contenido muy por sobre la generación del mismo. La taxonomÃa tradicional, administrada por una suerte de conocimiento central, deja paso a una clasificación de uso de la información, la famosa folksonomÃa. Y el sólo gesto editorial pasa a ser la gran obra pornográfica del usuario, al usar etiquetas personales. De esta manera, cada producción pornográfica cobra nuevas posibilidades de sentido, al responder a criterios de búsqueda nuevos (como presumidas), en los que se aplastan las abismales supremacÃas de unos géneros por sobre otros. Pero la narrativa, los esteoreotipos, etcétera, bien gracias.