Si en el contrato matrimonial es donde (diré ‘tal vez’ para alivianar lo liviano de la afirmación) tal vez con más claridad la vida civil y la económica se traslapan, es normal que cambios en la economía hagan que esos contratos muten, como hemos visto y seguiremos viendo (ya habíamos propuesto licencias matrimoniales copyleft). Cuando la reproducción no requiere exclusivamente de parejas heterosexuales, es lógico que el Estado reconozca diversos tipos de familias, en un movimiento más dirigido a su perpetuación que a otra cosa, como siempre. Si el capitalismo ha sobrevivido todo este tiempo ha sido en gran parte por su capacidad de adaptación, que podría sintetizarse en la Ley de Postel: ser conservador en lo que se hace y liberal en lo que se acepta de otros. Como Galloway y Thacker dicen, los protocolos de comunicación son “tecnologías de absorción conservadora: algoritmos para trasladar lo liberal en conservador”. Aunque la recomendación de Jon Postel se refería a protocolos TCP, parece válida para la absorción de mercados externos (con medidas austeras internas) y para relaciones poliamorosas, como una monogamia múltiple.
Ergo, a medida que avance esta tendencia que separa la reproducción de las parejas heterosexuales, pero las familias sigan siendo la célula de crianza privilegiada, el Estado irá flexibilizando el tipo de uniones posibles (liberal en lo que aceptas de otros), manteniendo intacto su objetivo (conservador en lo que haces). Lo veremos como un gran triunfo, pero sólo estaremos poniendoanother brick in the wall, si se me permite la referencia old-school.