más acerca de lo mismo

Mi mamá me enseñó a no creer en nada, tal vez con el mismo fervor con que a otros les inculcan la santísima trinidad. O sea, claro que no era con fervor, porque eso también hubiera sido creer en algo. Ustedes me entienden: es esa mirada con la que cualquier firme declaración de principios se ve como una estupidez infantil. Y estúpida yo, eso nunca. Entonces, parafraseando a Salinger pero apuntando a hacia otro lado, nunca una premisa se queda quieta el suficiente tiempo para transformarse en una verdad, y el mundo se ve como pintado a la acuarela, lo que no deja de ser lindo pero que induce a moverse con el mismo silencio y cuidado, a hacerse invisible. Esto tiene otras posiciones de las que no sé si hablaré alguna otra vez, pero adelanto, por si a alguien le interesa, que mi manera de resolverlo fue (o está siendo): de acuerdo, ser fiel a una premisa es sinónimo de tontera, pero sí se puede ser fiel a una pregunta. Trampa? puede ser, pero convengamos en que suena bien. Y no sólo suena: una pregunta no es necesario contestarla de manera definitiva, sino más bien no dejar de preguntársela y proponer respuestas. Con el porno (ya sabía yo que terminaríamos ahí­) es lo mismo. Por qué, por qué tanta pregnancia, por qué tanta presencia, por qué tan perturbador, por qué tan político. Hubo un momento en el que mi respuesta fue que el porno era la llave del último refugio de la identidad, que se guarda en el sexo porque el sexo es un misterio (en un sentido religioso), algo así­ como la interfaz del sexo. Y fue de lo que quise hablar aquí­, pero que, como dije antes, ya vuelvo a tener dudas pero que me recordó the reverse cowgirl, recordada a su vez continuamente por la petí­. Ah, los que no lo viven no saben cómo es. Bienaventurados los que creen, porque de ellos (no es broma) será el reino de los cielos.