desperado

Barbara DeGenevieve probablemente tenga sus calzones convertidos en bronce, como en la obra/homenaje de Elizabeth Stephens, por su notable y valiente trabajo de los últimos 25 años en esa gran pregunta que es la pornografía, como académica y artista.

Este trabajo, Desperado, es una oda a la autoreflexión: Barbara está buscando camioneros para que se desnuden frente a sus camiones. Uno de ellos resulta ser particularmente carismático y la situación cambia, no sabemos con cuánto prediseño, y el trabajo se convierte en el documento de los encuentros sexy/sentimentales que ella sostiene con él. Muchas imágenes de motel, con la cámara omnipresente, alternados con reflexiones de ella de espaldas a su gran biblioteca. Como de costumbre, el tema tiene que ver con el poder. ¿Quién está manejando la situación? ¿Es él que la sedujo para no ser objetificado y de paso tener sexo con ella? ¿O ella lo usa a él para su investigación y su película? Él se molesta, con razón, cuando ella lo trata de redneck, y le dice que él gana más de un millón de dólares anualmente mientras que ella nunca logra explicar desde dónde vienen sus ingresos. Desde su biblioteca ¿quién discrimina aquí? ¿Quién es el objeto y quién el sujeto? ¿Qué hace la cámara aquí (cosa que él pregunta a menudo)? Pero ese es el tipo de preguntas difíciles que DeGenevieve prefiere, que incluye la toma de una felación en el estacionamiento de un aeropuerto. No hay ninguna respuesta fácil, y es lo que hace a este trabajo ser tan perturbador y brillante.

DeGenevieve previamente en cordltx aquí
y parte de su statement después del salto

I have used sex as subject matter for more than 25 years in combinations of photographic images, videos, theoretical writings, and sexually explicit monologues. I often call my current work pornographic — when I don’t, I can always be sure someone else will. When I do, it becomes an unstable signifier. What does it mean for a middle-aged woman, a professor, a teacher of theory, a feminist – to write like this, to speak like this, to think these thoughts, to exhibit such bad behavior? I like playing with the vulgar, with the low-class, low-brow, language of traditional porn. I’m suspicious of distinctions that elevate erotica over porn as well as create an incommensurability between art and pornography. I’m fascinated by what happens when private language and action enter the public domain, when vernacular “pornographic” vocabulary intersects with cultural analysis, when everything we believe about political correctness is subverted by intemperance, indulgence, desire out of control, and logical reasoning.