En The Reverse Cowgirl se habla de este artículo en el que, a partir de la premisa que el porno reduce la cantidad de crímenes sexuales y la violencia , los juegos de video debieran incluir más cantidades de tortura y de mejor calidad para, justamente, reducirla. La tortura, entonces, sería una comprensible pulsión humana que, de tener una salida virtual, se aplicaría menos en el mundo real. Y, por otra parte, la televisión sería ese lugar donde otras personas hacen cosas por nosotros: deportes, peleas familiares, conversaciones sobre la vida privada, sexo. Pero el punto con la tortura es que escasamente es una actividad privada, sino más bien una política de estado con un sistema terrorífico por claro y normado. El documental de Errol Morris sobre Abu Grahib, también citado en TRC, habla de eso. La tortura no es un exceso, no es un desborde de unos pocos exaltados sino una instrucción precisa en la que el cuerpo vuelve a ser, como tan bellamente lo explicó Foucault [pdf], nuevamente el depositario del castigo.